jueves, 1 de diciembre de 2011

Modales: tenis vs fútbol

La semana pasada me fui a Londres con mi mujer y otro matrimonio; cualquier excusa es buena para visitar esta ciudad, más aún si se celebra el Torneo de Maestros de tenis en el espectacular estadio O2. La experiencia, como podéis imaginar, fue buenísima, a pesar de que Rafa no estuvo al nivel al que nos tiene acostumbrados. Ferrer jugó un gran tenis, aunque al final nos quedó la sensación de que podía haber llegado aún más lejos. Pero para un amante del tenis, como lo es un servidor, el mero hecho de ver en directo a tenistas como Federer, Tsonga o Djokovic ya supone un exquisito manjar, independientemente del papel desempeñado por los nuestros. De todos modos, este post que me dispongo a escribir no va a hablar de aspectos tenísticos que pude observar durante el torneo...

El sábado de las semifinales, sólo teníamos entradas para la sesión de tarde y aunque se nos pasó por la cabeza acudir a la reventa para ver el partido Federer-Ferrer, al final optamos por ser racionales y no gastarnos más de 150 libras esterlinas por cabeza. Aprovechamos la mañana para hacer turismo y a eso de las 14h se me ocurrió preguntar a qué hora jugaba el Chelsea. Tras consultarlo a través de la blackberry, vimos que jugaba contra los "superconocidos" Wolves a las 15h en Stamford Bridge. Le miré a mi amigo, él enseguida comprendió lo que se me pasaba por la cabeza y nuestras mujeres no pusieron ninguna pega; ellas se quedaban de compras a su aire y nosotros al fútbol.

Cogimos el metro rumbo a la parada más cercana al estadio, no sin antes preguntar a unos aficionados del Chelsea cómo veían el tema de conseguir entradas, a lo que nos contestaron con pesimismo que estaban agotadas y que en la reventa eran carísimas. Aún así fuimos a nuestro destino con ilusión y en la inmediaciones del estadio era fácil detectar a los reventas. Uno de ellos nos abordó con disimulo y nos llevó a un sitio alejado de la policía para tratar de llegar a un acuerdo. Era un inglés con pinta de mafiosillo de tercera, pero imponía. Nos pide 75 libras, ofrecemos 45, nos dice 60, las compramos por 55...

En los partidos de tenis del día anterior, el perfil de público asistente era de cierta educación, no del tipo refinado "palco VIP de Wimbledon", pero sí de un cierto nivel. Si te sentabas en un sitio que no era el tuyo, el dueño de la localidad se acercaba a ti disculpándose por "molestar" y te hacía ver con educación que ese era su sitio, todo ello con una gran sonrisa. Incluso el personal de seguridad era amable y el hincha más radical que nos encontramos fue un francés disfrazado de gallo que no paraba de animar a Tsonga, pero con buenos modales siempre, rozando incluso la ñoñez.

Al entrar en Stamford Bridge enseguida nos dimos cuenta que el estilo de gente era bien diferente. Yo me defiendo con el inglés, pero mi amigo lo domina, así que era una ventaja a la hora de entender según qué frases. Resumiré nuestra estancia en el fútbol con dos de las frases que nos recordaron que no estábamos en el O2 viendo tenis:

- En un momento dado, me despisté en un pasillo de las gradas haciendo fotos antes de que comenzara el partido. En ese instante apareció un gordo cincuentón que con un medio empujón me dijo "aparta" con su correspondiente cara de asco. El hombre se quería sentar en su localidad y yo simplemente estaba entre él y su trono.

- En el descanso del partido, probamos a sentarnos en unas localidades más cercanas a la portería. Por la pinta de los hinchas del Chelsea, entiendo que estábamos cerca de algún sector radical, pero nuestra idea era permanecer sentados en aquellos asientos hasta que aparecieran sus verdaderos dueños. Al sentarnos, empecé a notar ciertas miradas que no sabía si interpretarlas como amigables o todo lo contrario, aún así seguimos sentados unos 3 minutos más, hasta que mi amigo entendió lo que uno de ellos dijo: "joder, cuando venga John, se va a follar a esa parejita jajaja". Ese fue el momento en el que mi colega me dijo: "Fernando, volvamos a nuestro sitio".

El asunto del asiento de John no me lo tomé como algo personal, ni pensé que ese tipo quisiera violarnos; más bien lo interpreté como un código interno de honor por el que si un hooligan del Chelsea ve que 2 españolitos le quitan el asiento, tiene la obligación moral de soltarles un par de osti** , de lo contrario su reputación caería por los suelos. Aún así, en ese momento preferí tener en el asiento contiguo al ñoño gallito francés.