domingo, 23 de octubre de 2011

Simoncelli

Me levanto a las 9:30h con la intención de ver la final del Mundial de Rugby, sabiendo que lo echan por algún canal de pago. Aún así confío en la débil señal de Eurosport que llega a nuestra televisión a través de la antena parabólica de la comunidad; hoy la señal de dicho canal es más débil que nunca y no se ve absolutamente nada. No soy aficionado al rugby, pero una final del Mundial y ver a los All Blacks supone un gran atractivo.

Todavía me queda la opción de buscar alguna web pirata donde poder ver la final, pero al tener televisión en el dormitorio, se me pegan las sábanas y me quedo tumbado en la cama mientras cambio de canal. Es entonces cuando me paro en TVE, que está retransmitiendo una carrera de motos; se trata del Gran Premio de Malasia y está a punto de comenzar la prueba de GP.

Un poco perezoso, me olvido por un momento del partido de rugby y me quedo viendo la carrera. Al igual que con el rugby, tampoco soy aficionado a las motos, pero hoy me quedo como atontado viendo la carrera. Todo transcurre con normalidad hasta que se produce una caída: el italiano Simoncelli pierde el control de su moto y cae a la carretera, siendo atropellado por otros dos pilotos que venían detrás. Debido al impacto, el casco del italiano sale por los aires.

Bandera roja, la carrera se para, los comentaristas transmiten su preocupación, la realización apenas repite la caída por respeto a los familiares y amigos de Simoncelli que lo puedan estar viendo por televisión. Los minutos pasan, mis corazón se encoge por momentos cuando enfocan a la novia llorando y al padre desesperado; mientras, Simoncelli es atendido en la unidad hospitalaria del circuito.

Siguen pasando los minutos, y mi angustia por la situación sigue aumentando a medida que van enfocando las caras de los otros pilotos, cuyos rostros reflejan la gravedad del asunto. Rossi, siempre alegre y bromista, es amigo de Simoncelli y es uno de los dos pilotos que le han atropellado accidentalemnte; su cara es un poema.

Suspenden definitivamente la carrera, un helicóptero se lleva al italiano y al rato cortan la conexión, despidiéndose los comentaristas con el corazón en un puño. Trato de olvidar lo ocurrido intentando ser optimista y pensando que quizás la cosa quede en un susto. Apago la tele y voy al cuarto donde tengo el ordenador. Busco una web donde ver el partido de rugby, pero no puedo parar de pensar en una persona que no conozco de nada, pero que hoy le siento más cercano que nunca... no puedo evitar pensar en su madre, viendo lo ocurrido por televisión a miles de kilómetros de distancia.

Sigo buscando el partido de rugby por internet, pero mis pensamientos están con el piloto y comienzo a buscar información acerca de su estado de salud...leo de todo...no sé que creer. Ya tengo en la pantalla de mi ordenador a Francia peleando contra Nueva Zelanda por el título mundial; me impresiona cómo se parten la cara de esa forma tan noble en cada acción del partido y pienso que esa es la esencia del deporte...lucha, esfuerzo, nobleza, sacrificio...

Me vuelvo a sumergir en internet en busca de noticias esperanzadoras sobre el estado de salud de Simoncelli, pero tristemente me encuentro con la peor de las noticias; Simoncelli ha muerto.

Me viene a la cabeza otra vez lo que deber ser la esencia del deporte; ahora ya no sé qué pensar. En algunas ocasiones, esa lucha y esfuerzo a la que me refería antes mientras veía el partido de rugby, nos lleva a situaciones límite. En esta ocasión ha sido un accidente, pero no me puedo quitar de la cabeza la cantidad de deportistas con el mismo triste final; ya sea en búsqueda de la ansiada victoria o por la mera superación personal.

Descanse en paz.

Marco Simoncelli (1987-2011)

domingo, 2 de octubre de 2011

Twitter

Estos días he disfrutado junto a mi mujer de unos días de descanso en Ibiza. Siempre que me tomo unas vacaciones, mi cabeza empieza a trabajar y le da por pensar en asuntos de lo más variado... emprender un negocio, estudiar una carrera en la UNED, apuntarme a un curso de cocina, cambiarme de ciudad, descubrir nuevos hobbies, dejarme barba, abrirme una cuenta de twitter...

Trasteaba con mi blackberry tumbado en la hamaca del hotel y decidí darme de alta en twitter. Ya lo había hecho hace 2 veranos en Cádiz y ahí quedó la cosa, 10 tweets y olvidado el asunto. En esta ocasión me encontraba más decidido y estaba dispuesto a profundizar más en este invento para tratar de comprender el éxito de esta red.

Me registré con el nombre de "diarionadalista" por salvaguardar un poco mi intimidad y enseguida intercambié algún tweet con Eduardo Laporte y Javier Ancín, amiguetes de la blogosfera. También le avisé a Gorka (Patatica) y nos hicimos seguidores mutuos, porque twitter va de eso, no? Yo te sigo, tú me sigues, yo digo algo ingenioso y tú me lo comentas...y viceversa. La cosa parecía divertida, pero mientras comía con mi mujer en el chiringuito de turno, empecé a notar que el asunto tenía algo de adictivo, hasta el punto de estar más pendiente de los mensajitos en forma de tweets que llegaban a mi móvil que de lo que me decía mi paciente esposa.

La siguiente fase del "experimento" fue hacerme seguidor de gente famosa: Rafael Nadal, Antoni Daimiel, Carlos Moyá, Iturriaga, Carlos Alsina...y claro la gracia está en que puedes interactuar con ellos. Tú les preguntas y ellos te contestan, aunque tiene que ser muy complicado para un personaje con 600.000 seguidores poder complacer a todos sus seguidores....

Empecé a sentirme como en una fiesta en la que nadie me hacía caso, el mundo me ignoraba y lo más cruel de todo es que parecía que todo el mundo se lo pasaba genial, todos menos tú. Pasé al plan B y seguí a algún que otro conocido que encontré por twitter pero me resultó muy aburrido...qué cojones me importa que estés comiendo una gambas con Fulanito, o que hayas dormido mal, o que Kaká haya metido un golazo, cuando eso lo puedo leer en el Marca. Además, mis originales tweets sólo lo eran para mí, porque nadie me hacía ni puto caso, salvo alguna honrosa excepción.

Y para rematar la faena, cuando comentaba algo a alguien "no famoso", vamos a algún conocido "corriente", y no recibía respuesta...pues me sentaba mal...ya lo que me faltaba, acabar de mala leche por una tontería de tal magnitud. En ese momento me di cuenta que twitter no era para mí.

Ahora mismo voy a anular mi cuenta de twitter, y qué cojones, quizás también la de facebook, que hace meses que no me paso por allí. Otra cosa es este obsoleto blog, al cual cada día le tengo más cariño por el sabor añejo y "retro" que va adquiriendo con el paso del tiempo; porque no nos engañemos, hoy en día escribir en un blog es de carrozas...y eso me encanta. Y por supuesto, no quiero olvidarme de la pequeña familia bloguera que se ha creado alrededor de este y otros blogs amigos, una familia imposible de crear en la jungla twitter.

Y para rematar mi crítica a twitter, tengo la intención de ir al cine para ver la peli "El árbol de la vida", sólo por llevar la contraria a todos los twitteros que no han parado de ponerla a parir con sus super-ingeniosos tweets.