Hoy he leído un interesantísimo
post sobre la estrella de la NBA Lebron James que me ha hecho replantearme ciertas ideas. Los que leéis este blog sabréis que este jugador no goza precisamente de mi simpatía, pero tras leer a Gonzalo Vázquez en su blog "El punto G" acerca de las riquezas y miserias de este baloncestista, me he visto obligado a reflexionar sobre el asunto. Hoy no compartiré con vosotros mis conclusiones; lo que sí haré es hablar sobre otro deportista, que inevitablemente me ha venido a la cabeza mientras mi cabeza daba vueltas al post recién leído.
En mi ciudad, hablar de Induráin es casi como hablar de Maradona en Argentina o de Iniesta en Fuentealbilla (Albacete). Quizás por ello, cualquier otro ciclista que hubiera sucedido en el trono al bueno de Miguel, jamás sería bien recibido por aquí. Y si a esto le sumas que el ciclista en cuestión es yankee, tiene fama de arrogante y bate el record de tours ganados de forma consecutiva que ostentaba el navarro, puede que explique por qué Lance Armstrong no es muy querido en España. Y más cuando Induráin representaba todo lo contrario en lo que a carácter se refiere: sencillez, humildad y discreción.
Aún así, yo siempre he sentido especial simpatía hacia el norteamericano y, el otro día, cuando al campeonísimo de 38 años le caía una minutada en una etapa de montaña de la ronda gala, no pude hacer otra cosa que sentir un poco de lástima por la forma en que estaba sufriendo sobre la bicicleta. Porque mira que tiene mérito, el que un millonario retirado ya de este sufrido deporte, vuelva a coger una bicicleta con su edad para correr todo un Tour de Francia; cuando podía estar perfectamente disfrutando de los placeres de la vida, sean cuales sean los suyos. Y si encima, te caes tres veces en la misma etapa, te duele todo el cuerpo y tu orgullo de campeón tiene que soportar cómo las cámaras de la televisión francesa prestan más atención a tu triste figura antes que a la cabeza de carrera... es como para echar el freno, bajarte de la bici, llamar al coche de tu equipo, abrirte una lata de cerveza y mandar a tomar por culo el Tourmalet, Madeleine o cualquier maldito puerto que se te pueda pasar por la cabeza. Pero no lo hizo y siguió pedaleando hasta la línea de meta; llegó a 11 minutos del primero.
Y eso es quizás lo que más admiro de Lance, su capacidad de lucha. La misma que le ayudó a superar el cáncer, la misma con la que consiguió volver a subirse a una bici tras una larga quimioterapia y no sólo eso, la misma con la que consiguió ganar 7 tours de manera consecutiva (se dice pronto). Además añadiré una experiencia personal, que no es otra que tras leerme primero su libro (en inglés, por aquello de refrescar el idioma de nuestro amigo
Dmitry), y depués fliparme con el
anuncio de Nike en el que salen Armstrong y McEnroe entre otros, me dio por empezar a ponerme en forma hace 3 veranos. Empecé con el footing para pasarme definitivamente al tenis, con el que tanto disfruto hoy en día. Me pareció muy motivante su web
"livestrong" y todo ello me sirvió para abandonar una época de 2 años y medio en Madrid donde no hice nada de deporte y mi barriguita no paraba de crecer. Incluso conseguí que más de un amigo se enganchara a esto del deporte (Luis, que detesta a Armstrong, correrá una media maratón en noviembre) y si miro atrás, la verdad es que bastante ha tenido que ver el bueno de Lance; estoy de acuerdo con que los deportistas tienen que ser un ejemplo para los niños, pero yo añadiría que también para los que no lo somos tanto.
Sé que con estas líneas no habré conseguido que alguien cambie su opinión sobre el "yankee prepotente", pero al igual que yo he reflexionado con las líneas de Gonzalo Vázquez sobre Lebron, me haría ilusión que al menos uno que haya leído este post, la próxima vez que salga Lance Armstrong en alguna conversación con algún amigo suyo, tarde medio segundo más en ponerle a parir, que supongo que será lo que pase. Pero esas 50 centésimas habrán sido un pequeño logro para el que aquí escribe, si en la siguiente ocasión se convierten en un segundo y al final acaba dando por resultado el pensar que el jodido americano también tiene cosas buenas.