Más de una vez se ha hablado en este blog de la capacidad de sacrificio de los tenistas y, sobre todo, de su fuerza mental. Épicas batallas sobre la tierra de Roland Garros o la hierba de Wimbledon, increíbles remontadas tras más de cinco horas bajo el sol, duras derrotas tras años de preparación, interminables viajes alrededor de todo el mundo en busca de la gloria en algún torneo, frustrantes lesiones que te apartan del camino...
Hace cinco días nos dejó una persona muy cercana y especial, una persona que se enfrentó durante siete años a una dura enfermedad con la mayor dignidad, fuerza y optimismo que uno pueda imaginar. Pero finalmente no pudo ser y hoy escribo estas líneas con tristeza.
Pero hay algo que esa mierda de enfermedad no ha sido capaz de arrebatarnos, que no es otra cosa que el ejemplo que nos dio esa persona tan especial y que siempre formará parte de las personas que estuvimos cerca de ella. Ejemplo e inspiración por su capacidad de lucha física y mental que hace de las batallas tenísticas un simple juego de niños. Muchas veces buscamos ídolos lejanos y no nos damos cuenta de que los tenemos muy cerca.